La frustración es una emoción que surge cuando no logramos alcanzar nuestras metas o deseos. Durante la adolescencia, gestionar esta emoción se convierte en un desafío especialmente complejo. Según Erik Erikson, la adolescencia es una etapa crítica en la que los jóvenes buscan responder a preguntas fundamentales como: ¿Quién soy? y ¿A dónde voy?
En este período, los adolescentes exploran su identidad y se enfrentan a experiencias nuevas, muchas de las cuales escapan de su control, generando un desajuste entre sus expectativas y la realidad. Este conflicto, sumado al choque entre su deseo de independencia y su dependencia residual hacia los padres, puede intensificar la frustración y derivar en rechazo y tensiones familiares.
Numerosos estudios han identificado que una baja tolerancia a la frustración es un factor clave que afecta la salud mental. En muchos casos, incluso, puede ser un predictor de dificultades emocionales como el estrés, la ansiedad y la depresión.
¿SE PUEDE TRABAJAR LA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN?
Ante esta realidad, surge una pregunta importante: ¿Es posible fomentar la tolerancia a la frustración desde la infancia y la adolescencia? Y más aún, ¿podría esta intervención mejorar nuestra resiliencia y convertirse en un factor protector de la salud mental?
La respuesta apunta hacia el sí, siempre que se desarrollen estrategias adecuadas. Esto incluye trabajar con las familias, formar a los profesionales y contar con materiales prácticos y accesibles. Por ejemplo, la editorial Creciendo en Espiral ofrece herramientas como los manuales “Manual para las distorsiones cognitivas” y “¿Qué es lo que siento?”, diseñados para abordar estas necesidades.
En esta línea, el próximo viernes 29 de noviembre, en el edificio de la Gota de Leche de Logroño, ofreceremos una formación dirigida a familias y profesionales. Durante esta jornada, compartiremos estrategias prácticas para mejorar la tolerancia a la frustración en jóvenes y adolescentes, además de proporcionar materiales específicos como actividades para trabajar las distorsiones cognitivas y el manual “¿Qué es lo que siento?”.
LAS CLAVES DE UNA BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN
Detrás de una baja tolerancia a la frustración encontramos principalmente dos aspectos:
- Dificultades en la gestión emocional.
- Problemas en la interpretación de la realidad.
Aprender a identificar las emociones como señales de alarma y comprender su significado es el primer paso. Preguntas como ¿Qué me está diciendo esta emoción? o ¿Qué necesito en este momento? son clave para desarrollar estrategias efectivas de regulación emocional. Tal y como se aborda en el manual “¿Qué es lo que siento?”, entender qué necesidades subyacen a nuestras emociones y detectar los pensamientos o creencias que las generan puede marcar una gran diferencia.
Por otro lado, es crucial trabajar sobre los pensamientos que alimentan la frustración. A menudo, estos están ligados a creencias internas limitantes. Materiales como el “Manual para las distorsiones cognitivas” permiten identificar y abordar sesgos comunes como el perfeccionismo, la autoexigencia y el catastrofismo, que suelen ser los principales responsables de la frustración mal gestionada.
CONCLUSIÓN
Es esencial comenzar a trabajar en la tolerancia a la frustración desde la infancia y la adolescencia. Esto permitirá que los jóvenes crezcan con herramientas sólidas para reconocer, gestionar y superar sus emociones, además de desarrollar un pensamiento más equilibrado.
Os animamos a explorar los materiales mencionados en este artículo, como el “Manual para las distorsiones cognitivas” y “¿Qué es lo que siento?”, que pueden ser grandes aliados tanto en la regulación emocional como en el procesamiento cognitivo.
¡Os esperamos en nuestra formación para seguir construyendo estrategias que nos ayuden a transformar la frustración en aprendizaje!